viernes, 19 de junio de 2009

¿ERES TÚ JESÚS?


Un grupo de vendedores fue a una convención de ventas.
Todos le habían prometido a sus esposas que llegarían a tiempo para cenar el
viernes por la noche.
Sin embargo, la convención terminó un poco tarde, y llegaron retrasados al
aeropuerto. Entraron todos con sus boletos y portafolios, corriendo por los
pasillos. De repente, y sin quererlo,
uno de los vendedores tropezó con una mesa que tenía una canasta de
manzanas.
Las manzanas salieron volando por todas partes. Sin detenerse, ni voltear
para atrás, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a
subirse al avión. Todos menos uno.

Este se detuvo, respiró hondo, y experimentó un sentimiento de compasión
por la dueña del puesto de manzanas. Le dijo a sus amigos que siguieran sin
él y le pidió a uno de ellos que al llegar llamara a su esposa y le
explicara que iba a llegar en un vuelo más tarde.
Luego se regresó a la terminal y se encontró con todas las manzanas tiradas
por el suelo. Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta de que la dueña del
puesto era una niña ciega. La encontró llorando, con enormes lágrimas
corriendo por sus mejillas.
Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la
multitud pasaba, vertiginosa, sin detenerse; sin importarle su desdicha.
El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta
y le ayudó a montar el puesto nuevamente. Mientras lo hacía, se dio cuenta que muchas manzanas se habían golpeado y estaban magulladas. Las tomó y las puso en otra canasta.

Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma, por favor,
estos cien pesos por el daño que hicimos. Estás bien?" Ella, llorando,
asintió con la cabeza. El continuó, diciéndole,
"Espero No haber arruinado tu día".

Conforme el vendedor empezó a alejarse, la niña le gritó: "Señor..." Él Se
detuvo y volteó a mirar esos ojos ciegos. Ella continuó: Es usted
Jesús...?"
Él se paró en seco y dio varias vueltas, antes de dirigirse a abordar otro
vuelo, con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: "¿Es usted Jesús?"

Y a ti, ¿la gente te confunde con Jesús? Porque ese es nuestro destino, ¿no
es así? parecernos
tanto a Jesús, que la gente no pueda distinguir la diferencia. Parecernos
tanto a Jesús, conforme vivimos en un mundo que está ciego a su Amor, su
Vida y su Gracia.
Si decimos que conocemos a Jesús, deberíamos vivir y actuar como lo haría
Él.
Conocerlo es mucho más que citar los Evangelios, e ir a la iglesia. Es, en
realidad, vivir su palabra cada día.

Tú eres la niña de sus ojos, aún cuando hayas sido golpeado por las
caídas. Él dejó todo y nos recogió a ti y a mí en el Calvario; y pagó por
nuestra fruta dañada.
¡Empecemos a vivir como si valiéramos el precio que Él pagó!